sábado, 3 de julio de 2010

8 Las Ofrendas Voluntarias

Las ofrendas no son como el Diezmo, porque las ofrendas tienen apellido. Las ofrendas son voluntarias, es decir, nacen de la voluntad. ¿La voluntad de quién? _____________________

¿Eres Cristiano? ¿Sí? ¿De los que quieren ser como Cristo? Estas son algunas declaraciones del Señor Jesús:

“Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (S. Mateo 6:10).

“Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra —les dijo Jesús—” (S. Juan 4:34).

“Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta… pues no busco hacer mi propia voluntad sino cumplir la voluntad del que me envió” (S. Juan 5:30).

“Porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la del que me envió” (S. Juan 6:38).

“Mientras Jesús le hablaba a la multitud, se presentaron su madre y sus hermanos. Se quedaron afuera, y deseaban hablar con él. Alguien le dijo: —Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren hablar contigo. —¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? —replicó Jesús. Señalando a sus discípulos, añadió: —Aquí tienen a mi madre y a mis hermanos. Pues mi hermano, mi hermana y mi madre son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.” (S. Mateo 12:46-50).


Las ofrendas no son como el Diezmo, porque las ofrendas tienen apellido. Las ofrendas son voluntarias, es decir, nacen de la voluntad. ¿La voluntad de quién? _____________________

¿Cuál es la voluntad de Dios en cuanto a las ofrendas?


Quiero hacer un paréntesis para analizar dos textos.

“El primer día de la semana, cada uno de ustedes aparte y guarde algún dinero conforme a sus ingresos, para que no se tengan que hacer colectas cuando yo vaya” (1 Corintios 16:2).

Algunos hermanos usan este texto para probar que el domingo los cristianos de la iglesia primitiva se reunían para adorar a Dios, pues se recibían las ofrendas.

Nosotros creemos que “un texto sin contexto es tan sólo un pretexto.” Así que le aplicaremos la prueba del contexto. Esta prueba consiste en analizar lo que se dice antes y después del texto en cuestión, a fin de entender claramente cuál es el tema que se trata.

Leamos pues el versículo anterior. “En cuanto a la colecta para los creyentes, sigan las instrucciones que di a las iglesias de Galacia.” (1 Corintios 16:1).

Ahora veamos el versículo siguiente. “Luego, cuando llegue, daré cartas de presentación a los que ustedes hayan aprobado y los enviaré a Jerusalén con los donativos que hayan recogido.” (1 Corintios 16:3).

La realidad es que estos textos no se refieren a la ofrenda, como nosotros la entendemos, sino a un donativo para los pobres en Jerusalén. Años antes había sido el portador de una colecta especial para los afectados por el hambre en la iglesia de Antioquía. La mayoría de los creyentes en Jerusalén eran pobres, algunos de ellos por haberse hecho cristianos. Pablo estaba empeñado en la responsabilidad de solicitar ayuda para ellos de otras iglesias que visitaba, y se dirigió a los corintios para que hicieran su parte.

Analicemos un segundo pasaje: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:6-7).

Con mucha frecuencia se usa este pasaje para explicar que uno puede decidir cuánto debe dar como ofrenda: como propuso en su corazón. Pero analicemos qué es lo que realmente dice el apóstol.
Dice el Diccionario de la Lengua Española, al definir como: “adv. m. Encabeza oraciones sin antecedente que expresan el modo o la manera en que se lleva a cabo la acción del verbo del que dependen: hazlo como quieras.”

La palabra “como”, así sin acento, es un adverbio de modo que expresa la manera en que se lleva a cabo la acción de dar. Hay otra clase de adverbio que se refieren a cantidad: “poco, mucho, bastante, más, menos, algo, demasiado, casi, sólo, solamente, tan, tanto, todo, nada, aproximadamente”, pero este no es el caso.

Así aclarada la palabrita, ¿a qué se refiere la frase “cada uno dé como propuso en su corazón”? ¿A cantidad o a actitud? Si seguimos leyendo el texto dice: “no con tristeza” ¿Cantidad o actitud?, “ni por necesidad,” ¿Cantidad o actitud? “porque Dios ama al dador alegre” ¿Cantidad o actitud? En realidad este texto habla sobre la actitud al dar, pero no dice absolutamente NADA acerca de la cantidad.

Ahora el análisis del contexto. “No hace falta que les escriba acerca de esta ayuda para los santos, porque conozco la buena disposición que ustedes tienen…” (2 Corintios 9:1,2) “Esta ayuda que es un servicio sagrado no sólo suple las necesidades de los santos sino que también redunda en abundantes acciones de gracias a Dios.” Pablo añade más exhortaciones en cuanto a la colecta para los pobres de Jerusalén.

Aunque estos pasajes no nos resultan útiles para hablar de la CANTIDAD de ofrenda que resulta de la voluntad de Dios, sí son muy importantes para hablar de la ACTITUD al dar. Es obvio que debemos dar con alegría y en proporción a los ingresos recibidos.

¿Cuál es la voluntad de Dios en cuanto a las ofrendas?


Leamos el pasaje en Deuteronomio 14:22-27: “Cada año, sin falta, apartarás la décima parte de todo lo que produzcan tus campos. En la presencia del Señor tu Dios comerás la décima parte de tu trigo, tu vino y tu aceite, y de los primogénitos de tus manadas y rebaños; lo harás en el lugar donde él decida habitar. Así aprenderás a temer siempre al Señor tu Dios. Pero si el Señor tu Dios te ha bendecido y el lugar donde ha decidido habitar está demasiado distante, de modo que no puedes transportar tu diezmo hasta allá, entonces lo venderás y te presentarás con el dinero en el lugar que el Señor tu Dios haya elegido. Con ese dinero podrás comprar lo que prefieras o más te guste: ganado, ovejas, vino u otra bebida fermentada, y allí, en presencia del Señor tu Dios, tú y tu familia comerán y se regocijarán. Pero toma en cuenta a los levitas que vivan en tus ciudades. Recuerda que, a diferencia de ti, ellos no tienen patrimonio alguno.”

Ahora procederemos al análisis de cada texto.

22 “Cada año, sin falta, apartarás la décima parte de todo lo que produzcan tus campos.” La economía del pueblo de Israel era predominantemente agrícola. Esto significa que cada año tenían sus cosechas y las crías de su ganado. Por eso cada año apartaban la décima parte de sus utilidades. Aunque esto sigue siendo una realidad en las áreas rurales, la mayor parte de la población vivimos en una economía urbana, donde la mayoría de nosotros recibe sus ingresos en forma semanal, quincenal o mensual. Podemos aplicar esta periodicidad, sin afectar el espíritu del mandato.

La cantidad mencionada en este pasaje es de un diezmo, la décima parte de las utilidades del año. En cantidad es igual al diezmo que estudiamos en el capítulo anterior y podría pensarse que se trata de lo mismo, pero veamos las diferencias a continuación.

23 “En la presencia del Señor tu Dios comerás la décima parte de tu trigo, tu vino y tu aceite, y de los primogénitos de tus manadas y rebaños; lo harás en el lugar donde él decida habitar. Así aprenderás a temer siempre al Señor tu Dios.”

Tres cosas obtenemos de este versículo: (1) El primer diezmo era exclusivamente para el sostén de los levitas, pero este es para que te lo comas “en el lugar donde Dios decida habitar”, o sea en la casa de Dios. Por lo tanto es diferente del anterior. (2) El que va a disfrutar de este diezmo eres tú y tu familia (véase v.26), pero Dios no quiere que lo disfrutes en tu casa, sino en la casa de Dios. (3) La razón que se da para hacer esto es que “así aprenderás a temer siempre al Señor tu Dios.”

Eso me recuerda el mensaje que como Iglesia tenemos que predicar en estos tiempos: “Luego vi a otro ángel que volaba en medio del cielo, y que llevaba el evangelio eterno para anunciarlo a los que viven en la tierra, a toda nación, raza, lengua y pueblo. Gritaba a gran voz: «Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adoren al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales.»” (Apocalipsis 14:6-7).

Otro texto, que aprendí de memoria hace algunos años: “El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre. Pues Dios juzgará toda obra, buena o mala, aun la realizada en secreto.” (Eclesiastés 12:13-14). Nuevamente se habla del juicio, pero antes, “Teme a Dios”.

Así que los que habremos de afrontar el juicio debemos aprender a temer a Dios y además decir a gran voz a todo el mundo que “Teman a Dios”, ¿pero cómo aprendemos nosotros a temer a Dios y cómo se los enseñamos? Hasta ahora no he localizado otro texto que me indique cómo hacerlo. Así que la respuesta es: Aparte el diezmo y disfrútelo con su familia, pero no en su casa, sino en la casa de Dios.

24 “Pero si el Señor tu Dios te ha bendecido y el lugar donde ha decidido habitar está demasiado distante, de modo que no puedes transportar tu diezmo hasta allá, 25entonces lo venderás y te presentarás con el dinero en el lugar que el Señor tu Dios haya elegido. 26Con ese dinero podrás comprar lo que prefieras o más te guste: ganado, ovejas, vino u otra bebida fermentada, y allí, en presencia del Señor tu Dios, tú y tu familia comerán y se regocijarán.”

Aquí aparece otra diferencia con el primer diezmo. El primer diezmo no se podía cambiar, pero ahora Dios dice que este puedes venderlo y llevar el dinero para que cuando llegues puedas comprar lo que prefieras o más te guste. Y se repite la instrucción: “en presencia del Señor tu Dios, tú y tu familia comerán y se regocijarán.” No es para que te lamentes de tener que apartar otro diezmo. Es para que te regocijes con tu familia. Pero no en tu casa, sino en la casa de Dios.

Ahora vamos a traer estos conceptos a nuestra realidad presente. Cuando participamos del Plan de Dadivosidad Personal, el segundo diezmo. ¿Para qué se usa? Aquí hay algunos conceptos en que se gasta:

  • Pago de la electricidad para tener luz, sonido, calefacción en tiempo de frío y aire acondicionado en tiempo de calor.
  • Pago del agua que tomamos cuando tenemos sed y la que usamos en los baños cuando tenemos necesidad.
  • Mantenimiento de las bancas cómodas en las que nos sentamos.
  • Equipo de Sonido, video, cámaras.
  • Sueldo de la secretaria que atiende nuestras llamadas y otras personas que sirven en la iglesia.
  • Materiales didácticos para las divisiones infantiles.
  • Premios y regalos para los que cumplen años, día de las madres, del maestro, etc.
  • Ayuda para becas de hermanos que no tienen suficiente recursos económicos.
¿Quién disfruta de todo esto? ¿Acaso es para el beneficio de Dios? Antes de comprender el Plan de Dios para las ofrendas, yo entregaba el segundo diezmo y luego me sentía culpable cuando al participar en un concurso bíblico, me querían dar un regalo. Pensaba, “pero esto fue comprado con la ofrenda”, no puedo recibirlo. Creía que la ofrenda era para que “se fuera”.

Ahora realmente disfruto el clima, los asientos, los regalos. Hasta pregunto ¿no tiene otro? Ya entendí que es para que yo lo disfrute. Para eso lo traje. Equivocado estaría si no lo trajera y luego exigiera que me dieran algo. Con tristeza he observado que hay hermanos que no traen su ofrenda, pero sí se molestan cuando no les dan lo que exigen.

Lo que cada iglesia tiene para gastar es lo que nosotros mismo traemos. Y cuando lo traemos lo podemos disfrutar.

El plan del Diablo para las ofrendas


Imagina esta escena en el hogar de una familia en cuya iglesia los hermanos no traen el segundo diezmo a la casa de Dios y esta familia no es la excepción. Así que este segundo diezmo se lo disfrutan, pero en su casa.

Llega el sábado por la tarde. La esposa le dice al esposo: “¿Vamos a ir a la Sociedad de Jóvenes?” ¿A qué?, le responde el marido. ¡No ves que está haciendo mucho calor! Mejor nos quedamos aquí en la casa… prendemos el clima y vamos a estar muy a gusto. ¡Hasta podemos ver una película de la Biblia!

Ahora la escena de una familia que asiste a una iglesia donde se practica el Plan de Dios, ellos mismos entregan su ofrenda completa para luego disfrutarla con su familia en la casa de Dios.

Llega el sábado por la tarde. La esposa le dice al esposo: “¿Vamos a ir a la Sociedad de Jóvenes?” Pero hija, todavía falta una hora y media. Voy a sugerirle a los ancianos que aprueben adelantarla cuando menos media hora. ¡Qué calor hace aquí! En cambio allá… ¡el clima está bien rico! Apúrate a vestirte. No quiero llegar tarde.

¿Qué sucede cuando SI practicamos el plan de Dios? Disfrutamos lo que Dios nos ha dado con nuestra familia de todos modos, pero hay personas con menos recursos que los que nosotros tenemos y se sientan a nuestro lado y disfrutan de la misma banca, del mismo aire acondicionado y del mismo material didáctico y hasta se sacan un premio. Las bendiciones de Dios se reparten, sin hacernos más pobres.

¿Cuánto es el diezmo de un año?


Piense en la cantidad que recibe mensualmente. Ahora, de allí reste lo que paga de renta, agua, luz, predial, gasolina, ropa, zapatos, educación de los hijos, etc. ¿Cuánto le queda para la comida? Una fracción relativamente pequeña. ¡Y con eso comes con tu familia todo un mes!

Ahora, ¿cuánto es el diezmo de un año? Si el año tiene 12 meses, la décima parte es 1.2 meses. Dejémoslo en “más de lo que gano en un mes.”

Imagina que eres un Israelita que vive fuera de Jerusalén. Tienes que ir al templo para llevar tus diezmos. Llegas y entregas el primer diezmo íntegro. Ahora vas al mercado para comprar la comida para el banquete que te vas a dar en el templo. ¿Cuánto tiempo te vas a quedar en Jerusalén? ¿Una semana? Ya viajaste en burro unos tres días… creo que no quieres regresar enseguida… pero tampoco te puedes quedar mucho tiempo. La casa se quedó sola. La fiesta dura una semana.

Pero en una semana te debes gastar el dinero equivalente a “más de un mes de utilidades”. Pero si con una pequeña fracción comías todo el mes… ¡Es mucho! ¡No puedo sólo con mi familia! ¿Qué hago?

Eso es precisamente lo que Dios espera que te dieras cuenta. ¡Que sus bendiciones son muchas! ¡No te las puedes acabar! ¡Sal por las calles y busca a los pobres, las viudas, los huérfanos e invítalos a tu mesa! ¡Hay que acabárselo todo!

Dios no quiere que vivas afligido por la escasez, siendo que Él te ha dado muchas bendiciones. Pero ¿por qué entonces vivimos pensando en lo poco que tenemos? La respuesta es dolorosa: ¡Porque no estamos siguiendo el Plan de Dios! Estamos cosechando lo que sembramos.

¿Te parece que en tu iglesia hay recursos suficientes? ¿Sientes cierta comodidad? La realidad es que hay un grupo muy reducido de personas a través de las cuales Dios hace llegar esa comodidad. La gran mayoría no participa trayendo su segundo Diezmo. ¡Imagina cómo sería la iglesia si TODOS fuésemos fieles! Y las bendiciones que cada familia recibiría serían mayores.

¿Y si me falta la fe? ¿Qué hago?


El Señor Jesús dijo: “cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (S. Lucas 18:8). No es de extrañarnos que en estos momentos cuando Cristo está a punto de venir la fe sea escasa.

Así que algunos han propuesto: “Si su fe es pequeña, empiece con poco… uno por ciento, luego dos por ciento, luego cinco por ciento… conforme vaya creciendo su fe.” El problema con este razonamiento es que no tiene fundamento en la Biblia.

Cuando alguien me pregunta qué hacer, yo le muestro el texto de Malaquías 3:10 “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.”

Primero es la obediencia, traiga TODOS los diezmos para que haya alimento en mi casa. Con el primer diezmo había alimento en la casa de los levitas, pero con el segundo había alimento en la casa de Dios literalmente. Luego viene la fe, “probadme ahora en esto”.

¡Haz la prueba! Dios no se molesta si lo pones a prueba. Él te pide que lo hagas y verás que no te falla. ¿Vas a hacerlo, o continuarás dudando?