sábado, 29 de mayo de 2010

5 Las pruebas de la mayordomía - Tú y yo

Tú y yo probados


Las historias previas son muy aleccionadoras. Sin embargo, no son suficientes para nuestra experiencia. Revelaron lo que no era obvio en las vidas de estos personajes, pero ¿cuál es la prueba que nosotros debemos afrontar a fin de conocer nuestra fidelidad como mayordomos de Dios?

Actualmente no tenemos acceso al árbol del conocimiento del bien y del mal, por lo que nuestra prueba no está allí.

Tampoco hay necesidad de ofrecer un cordero en sacrificio, acompañado por el cereal y el aceite, puesto que Cristo, el verdadero cordero de Dios ya fue sacrificado.

¿Cuál es la prueba de nuestra mayordomía?

“Así también el Señor… Nos pide que lo reconozcamos como el Dador de todas las cosas, y por esta razón ha dicho: De todas vuestras posesiones me reservo la décima parte para mí mismo, además de los donativos y las ofrendas, que deben ser llevados a mi tesorería. Esto constituye la prueba de la provisión que Dios ha hecho para promover la obra del Evangelio” (Consejos sobre Mayordomía Cristiana, 69,70).

“Aun antes de la entrada del pecado, el peligro del olvido estaba latente en el carácter del hombre, y Dios le prohibió comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal como una prueba para él; lo reclamó como suyo. Porque con la obediencia a este mandato, Adán y Eva reconocían que Dios era el dueño del hermoso hogar confiado a su cuidado. Dios le dio a Adán el dominio sobre todo el mundo y sobre todas las formas de vida sobre él, pero retuvo para sí este solo árbol como señal de que era el Señor de todo. Así, el separar la décima parte de las ganancias es un reconocimiento de la misma verdad eterna.” (Diccionario Bíblico Adventista – Diezmo)

En estos dos pensamientos encontramos que una prueba de nuestra mayordomía consiste en la entrega fiel de los diezmos y los donativos y ofrendas.

Por supuesto, debemos comprender que, como establecimos en el capítulo anterior, esta es la prueba de nuestra mayordomía en el área de los recursos materiales. Hay otras pruebas de nuestra mayordomía para el tiempo, el cuerpo, los talentos y el evangelio.


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sábado, 22 de mayo de 2010

4 Las pruebas de la mayordomía - Caín y Abel

Caín y Abel probados


“Estos hermanos fueron probados, como lo había sido Adán antes que ellos, para comprobar si habrían de creer y obedecer las palabras de Dios” (Patriarcas y Profetas, página 58)

Este pensamiento revela que la prueba de la mayordomía de Caín y Abel tenía el mismo propósito que la prueba de la mayordomía a la cual fueron sometidos Adán y Eva. Eran pruebas que revelaban la relación entre la mayordomía, la fe (creer) y las obras (obedecer).

Las circunstancias habían cambiado, Caín y Abel no tenían acceso al árbol de la vida, pero tampoco al árbol del conocimiento del bien y del mal. Por esta razón, la prueba debía cambiar de forma, pero no de fondo. Todavía es necesario que el ser humano pueda probar su fidelidad como mayordomo.

Caín y Abel eran dos jóvenes adultos. “Abel se dedicó a pastorear ovejas, mientras que Caín se dedicó a trabajar la tierra” (Génesis 4:2). Siendo que la mayoría de nosotros conoce la historia, me atrevo a preguntar: ¿En qué consistió la ofrenda de Caín? Anota tu respuesta aquí _______________________________________________.

Muchas personas ante esta pregunta, tienden a responder con interpretaciones: “lo que él quiso”, “lo que le sobraba”, “no hizo lo que Dios le pidió.”

Pero me gusta la idea de aterrizar el asunto. Primero, ¿qué sabes?, después abordaremos el ¿cómo lo interpretas? Si todavía no has escrito algo en la línea, te invito a que lo hagas antes de continuar leyendo. Es muy importante.

Ante mi insistencia, muchos contestan que Caín trajo frutas. Si crees que esa es la respuesta correcta, ahora te pido que uses un poco tu imaginación y escribas qué frutas te imaginas que habrá traído. _______________________________________________

La gran mayoría de las personas mencionan las manzanas, peras, uvas, calabazas, naranjas, tomates, etc. ¿estás de acuerdo?

La siguiente pregunta es: ¿En qué consistió la ofrenda de Caín? Anota tu respuesta aquí ______________________________________________.

Por favor, anota lo que sabes, sin interpretaciones. Porque muchos responden “lo que Dios pidió”, “lo mejor que tenía”, o cosas similares. Anímate a responder algo concreto.

Si escribiste un cordero, has coincidido con la mayoría de las personas a quienes he preguntado personalmente al impartir este seminario. Aunque lamento informar que la verdad no se determina por votación u opinión de la mayoría.

Patriarcas y Profetas, página 58 dice respecto de Caín y Abel algo que llamó mi atención: “Conocían el medio provisto para salvar al hombre, y entendían el sistema de ofrendas que Dios había ordenado.” Dos palabras resaltan: conocían y entendían.

Las respuestas más populares no son las correctas porque, desafortunadamente, muchos no conocen y otros no entienden bien el sistema de ofrendas que Dios había ordenado. Parte de este desconocimiento proviene del hecho de que no podemos encontrar en el libro de Génesis las instrucciones sobre este sistema.

Pero el hecho de no encontrar la descripción del sistema de ofrendas en Génesis, no significa que las personas que vivieron en esta época no lo conocieran y entendieran. Tan sólo significa que se escribió en una fecha posterior. De hecho, en esa época no se había comenzado a escribir la Biblia. Todo lo sabían por la tradición oral de padres a hijos.

Permíteme presentar un ejemplo de este razonamiento. En Génesis 7:2 dice lo siguiente: “De todos los animales puros, lleva siete machos y siete hembras, pero de los impuros, sólo un macho y una hembra.” Esta es la orden que recibió Noé para ingresar a los animales al arca. Note que Dios los clasifica en puros e impuros. La pregunta es ¿dónde se dice en Génesis cómo distinguir los animales puros de los impuros? Y si no se dice en Génesis, ¿cómo supo Noé clasificarlos?

La respuesta es simple: Noé conocía esta clasificación, pero se registró por escrito hasta cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto. Está en Levítico capítulo 11.

De manera similar, el sistema de ofrendas que Caín y Abel conocían y entendían se registró hasta la época del peregrinar por el desierto. Está descrito en el libro de los Números capítulo 15:1-4: “El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los israelitas: «Después de que hayan entrado en la tierra que les doy para que la habiten, tal vez alguno quiera ofrecerle al Señor una vaca o una oveja... como holocausto... Para que esa ofrenda sea un aroma grato al Señor, el que presente su ofrenda deberá añadirle, como ofrenda de cereal, dos kilos de flor de harina mezclada con un litro de aceite.”

Para que sea un aroma grato al Señor, la ofrenda debía constar de dos elementos:
  •  La víctima (el animal: vaca u oveja)
  • El cereal y el aceite (fruto de la tierra)

La ofrenda de Caín
Volvamos a la historia de Caín y Abel. ¿En qué consistió la ofrenda de Caín? “Tiempo después, Caín presentó al Señor una ofrenda del fruto de la tierra” (Génesis 4:3). Realmente no dice frutas, aunque las frutas son también el fruto de la tierra. Pero en el contexto del sistema de ofrendas establecido por Dios, concluyo que se trató del cereal. Caín sólo trajo el cereal.

La ofrenda de Abel
En qué consistió la ofrenda de Abel. “Abel también presentó al Señor lo mejor de su rebaño, es decir, los primogénitos con su grasa” (Génesis 4:4).

El adverbio también es clave para comprender este versículo. El Diccionario de la Lengua Española lo define así: “(1) Se usa para afirmar la igualdad, semejanza, conformidad o relación de una cosa con otra; (2) además.”

Esta palabra establece una relación entre dos cosas. Podría estar relacionando a Caín con Abel, pero para entenderlo así tendría que decir: “También Abel”. Pero en cambio, dice “Abel también presentó al Señor”. Es decir, lo que relaciona es lo que presentó Abel con lo que presentó Caín. Pero no olvide que significa “Además”. Así pues, Abel presentó lo que trajo Caín, el fruto de la tierra, y ADEMÁS trajo lo mejor de sus rebaños, el cordero.

Aunque interesante este hecho, este pasaje no fue escrito originalmente en español, sino en hebreo. Podría tratarse de un efecto de la traducción. Así que también hay que investigarlo en hebreo.

La palabra hebrea traducida como también es גַּם (gam) que se puede traducir como ambos, así se confirma que Abel debió traer ambas cosas: el fruto de la tierra y el cordero.

Patriarcas y Profetas continúa diciendo: “ellos habían de mostrar su fe en la sangre de Cristo como la expiación prometida ofreciendo en sacrificio las primicias del ganado. Además de esto, debían presentar al Señor los primeros frutos de la tierra, como ofrenda de agradecimiento.” Es decir, ambos debían ofrecer un sacrificio del ganado y ambos debían presentar al Señor los frutos de la tierra.

La diferencia en las ofrendas
¿Cuál fue la diferencia entre las ofrendas de Caín y Abel? Por muchos años me hice la pregunta: “Si Dios pidió cordero, ¿de dónde sacó Caín la idea de traer naranjas y peras y uvas?” ¿Por qué la cambió?

Caín
Abel
Cereal
Cereal
+ Cordero
Incompleta
Completa

Ahora comprendo que Caín no se cambió la ofrenda, sino que Caín presentó una ofrenda incompleta, mientras que Abel presentó una ofrenda completa. “Caín obedeció al construir el altar, obedeció al traer una ofrenda; pero rindió una obediencia sólo parcial” (Patriarcas y Profetas, página 59).

Caín: prueba no superada   Abel: prueba superada
Las ofrendas de Caín y Abel eran actos de adoración. Daba la apariencia de que ambos adoraban a Dios, pues ambos levantaron sus altares de manera similar y ambos colocaron algo sobre el altar. Sin embargo, al obedecer íntegramente la voluntad de Dios se reveló la fe y la fidelidad de Abel. Mientras que la obediencia parcial de Caín, equivalente a la desobediencia, reveló su falta de fe y fidelidad hacia Dios.

Desgraciadamente, Caín no comprendió aquello que la prueba le estaba revelando. En lugar de pedir perdón a Dios y corregir el rumbo que tomaba su vida, se enojó contra su hermano y contra Dios llegando al extremo de matar a Abel.

La confirmación final está en el hecho de que “el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no miró así a Caín ni a su ofrenda” (Génesis 4:4).


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sábado, 15 de mayo de 2010

3 Las pruebas de la mayordomía - Adán y Eva

Pruebas de la Mayordomía

En la publicación anterior se presentaron las pruebas de la Mayordomía en diversos aspectos de nuestra vida. En este capítulo se presentarán las pruebas en las vidas de Adán, Eva, Caín y Abel.

Además, me propongo resaltar la relación de fe y obras en la mayordomía. Porque la mayordomía no se constituye en un medio de salvación. Las pruebas de la mayordomía solamente revelan nuestra fe, que es invisible, por medio de la obediencia (obras) que es visible (véase Santiago 2:18).

Adán y Eva probados


Dios planeó la creación de la raza humana antes de ejecutarla. Encontramos en Génesis 1:26,27 esta descripción: “«Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo.» Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó.”

Cuando Adán y Eva salieron de las manos de su Creador, ya todo estaba hecho. Ellos no necesitaron construir su casa-habitación, ni comprar su alimento. Su vestimenta de luz fue provista por Dios. No tuvieron que asistir a la universidad para adquirir conocimientos y habilidades administrativas, pues cuando comenzaron a vivir ya tenían ese conocimiento y habilidades. Por eso, no presentaron un examen teórico o práctico antes de obtener el puesto de administradores del planeta tierra.

Para mantener el puesto, debían mantenerse fieles a Dios. Dios les dio una prueba que les ayudaría a descubrir su grado de fidelidad. “Dios el Señor hizo que creciera toda clase de árboles hermosos, los cuales daban frutos buenos y apetecibles. En medio del jardín hizo crecer el árbol de la vida y también el árbol del conocimiento del bien y del mal… y le dio este mandato: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás.» (Génesis 2:9,16,17).

La historia registrada en Génesis capítulo 3 nos presenta que un día doña Eva se fue a pasear por el centro del jardín del Edén. Anduvo cerca del lugar donde Dios había plantado el árbol prohibido. Entonces escuchó una voz que le llamaba: “Eva…” “Eva…” Ella comenzó a buscar de dónde venía la voz que la llamaba y, repentinamente, se encontró frente a frente con la serpiente.

Lo normal hubiera sido alejarse de ese sitio, pero doña Eva era tan educada que no quiso dejar a la serpiente con la palabra en la boca y se dispuso a entablar un diálogo con ella. Lo que no sabía era que quien realmente hablaba era el enemigo de Dios oculto detrás de la serpiente. Después de un intercambio de ideas, la serpiente sembró la duda en Eva.

Con frecuencia usamos la palabra duda como si fuera sinónimo de falta de conocimiento. Por ejemplo, decimos, tengo una duda, ¿cómo se llama usted? O bien, tengo una duda ¿cómo se calcula el área de un triángulo?

El diccionario de la lengua española de la editorial Espasa-Calpe define duda así: “Vacilación e indecisión ante varias posibilidades.” ¿En quién confiaría Eva? ¿En Dios, en la serpiente o en su propia capacidad para discernir lo bueno y lo malo? Y para esto fue diseñada la prueba de mayordomía. Para revelarnos lo que está oculto a nuestros ojos, en quién confiamos.

Conocemos el resto de la historia. Eva decidió comer de la fruta del árbol prohibido y posteriormente la compartió con Adán, su esposo, quien también la comió.

Adán y Eva: prueba no superada

Así, pues, Adán y Eva fracasaron la prueba de la mayordomía. Dios les dio todo lo que tenían, pero se reservó para sí tan sólo un árbol. Respetar la voluntad de Dios evitando comer de esa fruta era una evidencia de que ellos reconocían a Dios como propietario de todo lo que tenían.

El comer lo que Dios había prohibido era una señal de que se habían apropiado de lo que no les pertenecía. Ese es el espíritu de Satanás, quien sin tener derecho alguno, se apropió de este planeta tierra y sus habitantes.


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sábado, 1 de mayo de 2010

2 Mayordomía en Crecimiento

Mayordomía en Crecimiento

Desde que Dios creó al ser humano, éste corría el peligro de olvidar su relación con Dios. Podía suceder que, al tener dominio sobre la creación de Dios, se sintiera el propietario. Así que Dios estableció pruebas de la mayordomía.

Muchos piensan en la prueba, como algo que Dios estableció para saber si el ser humano es fiel. Esta forma de pensar ignora dos hechos: (1) que Dios es Omnisciente, es decir, que todo lo sabe. Él conoce nuestros pensamientos y sentimientos mejor que nosotros mismos. Nada hay oculto para él. Así, pues, la prueba no le informa absolutamente nada a Dios que él no sepa. (2) Vivimos en medio de un conflicto universal que está siendo observado por criaturas fuera de nuestro planeta que no son omniscientes. Son seres que Dios creó, pero que nunca han experimentado el pecado. Ellos observan cómo se desarrolla el pecado, pero no conocen lo que está en nuestras mentes. Dependen de lo que ven y razonan para entender.

Entonces, ¿cuál es el objetivo de la prueba? Dios nos ha dado un instrumento por medio del cual NOSOTROS podemos conocer cuán buenos mayordomos somos. También ayuda a los seres que nos observan para tener un criterio con el cual sacar conclusiones.

Podemos encontrar en la Biblia evidencia de que de todo lo que Dios nos ha provisto, se ha reservado una porción como sagrada. Es nuestro deber devolver a Dios esa porción como prueba de nuestra mayordomía. Al no hacerlo, se constituye en prueba de que nos hemos apropiado de lo que le pertenece a Dios. El resto que queda con nosotros sigue siendo de Dios, pero queda bajo nuestra administración.

Tradicionalmente, en el ámbito de la mayordomía cristiana se han definido cuatro áreas que cubren la vida del hombre: Tiempo, Templo, Talentos, Tesoros. Con mucha seguridad puedo decir que hay otras áreas de la vida del hombre que no están cubiertas por estas cuatro, pero por el momento, usaremos este concepto como punto de partida.

Recursos materiales (Tesoros)

El área de los Tesoros incluye los recursos materiales que Dios nos da: todas esas cosas que tenemos y decimos “son mías.” Si le pregunto, ¿de quién es ese carro que maneja? Muchos dirán: “Es mío”. Y ¿la casa donde vive, de quién es? Otros dirán: “Es mía y de mi familia.”

Creo que lo correcto sería decir: “El auto que manejo es de Dios, pero me lo ha dado para satisfacer mis necesidades de transporte.” O bien, “esta casa es de Dios, pero me la ha provisto para vivir en ella”. Esa es la verdad, pero no estamos acostumbrados a pensar de ese modo. Tenemos la tendencia a apropiarnos de lo que le pertenece a Dios.

Por esa razón, Dios puso una prueba en esta área. Para reconocer que TODO lo que tenemos le pertenece a Dios, dios se ha reservado el Diezmo. “El diezmo de todo… pertenece al Señor, pues le está consagrado” (Levítico 27:30). El diezmo es la décima parte, o sea, el diez por ciento.

Tiempo

Cuán a menudo decimos “no tengo tiempo”. Bien decimos, porque el tiempo es de Dios. Pero nuestra vida está hecha con tiempo. Por eso es que al morir, el tiempo se detiene. Así que mientras vivimos tenemos el tiempo que Dios nos da para administrar.

A fin de evitar que nos consideremos dueños del tiempo, Dios se ha reservado la séptima parte del tiempo. “Pero el día séptimo será un día de reposo para honrar al Señor tu Dios” (véase Éxodo 20:8-11). Nótese que este séptimo día no es para descansar en la cama, viendo la televisión. Es un día “para honrar al Señor tu Dios.” La prueba consiste en dedicar a Dios el séptimo día.

Si dividimos en una calculadora (100 / 7) el resultado es 14.29, o sea, que debemos devolver a Dios poco más del 14 por ciento del tiempo. Al ver este porcentaje me queda la impresión de que para Dios resulta de mayor importancia la forma como administramos el tiempo que los recursos materiales. A ti, ¿qué impresión te da?

Cuerpo (Templo)

La Biblia narra con las siguientes palabras el momento cuando Dios le dio un cuerpo al ser humano: “Y Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente” (Génesis 2:7). De modo que mientras el hombre vive, tiene un cuerpo. Al momento de la muerte, cuando deja de existir, “Exhalan el espíritu y vuelven al polvo, y ese mismo día se desbaratan sus planes” (Salmo 146:4). Cuando el cuerpo regresa al polvo de donde Dios lo tomó, el tiempo se detiene.

Así, pues, el cuerpo que tenemos es prestado. Pero corremos el riesgo de adueñarnos de él. ¿Hemos escuchado la frase “Es mi cuerpo y yo hago con él lo que yo quiero”? El concepto bíblico es muy diferente: “¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio” (1 Corintios 6:19,20).

Dios reclama para sí TODO nuestro cuerpo como templo del Espíritu Santo. El cien por ciento, no sólo una parte. No tenemos derecho a decidir qué hacer con nuestro cuerpo. Debemos cuidarlo de acuerdo con las instrucciones que Dios nos ha dado en su Palabra.

Talentos

Los talentos son aquellos conocimientos, habilidades, actitudes y relaciones con las cuales hemos nacido, o que hemos cultivado a lo largo de la vida. Son dones que Dios nos ha dado para que los usemos en el servicio.

Si combinamos el cuerpo, con los talentos y el tiempo, podemos producir los recursos materiales. Nos apropiamos de los talentos cuando los usamos para servirnos a nosotros mismos, en lugar de usarlos para servir a Dios y a nuestros semejantes.

Ahora, ¿cuál es la prueba de nuestra fidelidad en la mayordomía de los talentos? Veamos la parábola que el Señor Jesús narró sobre unos siervos que recibieron talentos (véase S. Mateo 25:14-30).

Uno de los siervos recibió sólo un talento. Pensó que era muy poco como para invertirlo. Así que fue y lo enterró. Cuando el dueño volvió el devolvió el cien por ciento de su talento. Fue honrado, ¿no te parece? No se quedó con un cinco. TODO lo devolvió. Esperaba una felicitación.

“Pero su señor le contestó: ¡Siervo malo y perezoso! … Pues debías haber depositado mi dinero en el banco, para que a mi regreso lo hubiera recibido con intereses” (v.26-27). El dueño esperaba intereses.

En resumen:
Dios nos da…
…pero se reserva
Recursos materiales
1/10
10 %
Tiempo
1/7
14 %
Cuerpo
1/1
100 %
Talentos
100% + Intereses

Evangelio

En 1 Corintios 4:1,2 encontramos el siguiente concepto: “Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios. Ahora bien, a los que reciben un encargo se les exige que demuestren ser dignos de confianza.” Y en 1 Pedro 4:10 se añade: “Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas.”
De estos pasajes podemos concluir que nuestra mayordomía incluye, además de lo anteriormente señalado, la mayordomía del Evangelio, que es el misterio de la gracia de Dios.

Para ministrar el evangelio se requiere:
1.       Recursos materiales. Son necesarios para adquirir Biblias, lecciones, computadoras, CDs / DVDs, transportación, que se usan en el evangelismo.
2.       Tiempo. Es necesario dedicar tiempo para compartir el evangelio con otras personas.
3.       Cuerpo. No es posible dejar el cuerpo acostado, viendo la televisión, mientras que el espíritu testifica.
4.       Talentos. Debemos usar los talentos que Dios nos ha dado para compartir el evangelio.

En resumen, la mayordomía del Evangelio se encuentra en la cúspide de toda la mayordomía. No se puede ser fiel mayordomo del Evangelio sin antes ser fiel mayordomo de los recursos materiales, el tiempo, el cuerpo y los talentos.

Entonces, la prueba de la mayordomía es como una escalera que vamos ascendiendo motivados por el amor de Cristo (2 Corintios 5:14).


El Señor Jesús lo dijo de esta manera: “El que es honrado en lo poco, también lo será en lo mucho; y el que no es íntegro en lo poco, tampoco lo será en lo mucho” (S. Lucas 16:10). ¿Qué es lo poco y qué es lo mucho? Me parece que la porción que Dios se reserva puede ser una medida objetiva de lo poco y lo mucho.


Recuerda que Dios conoce tu corazón, no es necesario que le demuestres nada. Él lo sabe todo. Pero siendo que, “nada hay tan engañoso como el corazón… ¿Quién puede comprenderlo?” (Jeremías 17:9) Dios nos ha dado pruebas que nos ayudan para autoevaluar nuestro grado de fidelidad en la mayordomía.

¿A quién estoy adorando? Porque cada uno debe decidir a quién adora. Si no adoro a Dios, y sólo a Él, estaré adorando al enemigo de Dios.

Muy pronto se cumplirá la profecía de Apocalipsis 13:15: “Se le permitió infundir vida a la imagen de la primera bestia, para que hablara y mandara matar a quienes no adoraran la imagen.” Este será un momento crucial en la historia de la humanidad.

Toda persona tendrá que rendir su examen final ante el universo. Sólo habrá dos grupos: los que adoran sólo a Dios y los que adoran a la bestia y a su imagen. No habrá un tercer grupo.

La forma de prepararnos para el examen final es practicando diariamente. Aprendiendo las lecciones de confianza, dependencia y lealtad a Dios, en diversas circunstancias.

Te invito para que le pidas a Dios que te impulse a crecer como mayordomo. Recuerda que “Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad” (Filipenses 2:13).


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