viernes, 23 de abril de 2010

1 Adoración, sólo a Dios - Introducción

Introducción
Vivimos en un mundo donde se libra una batalla continua. Este conflicto inició en el cielo, pero luego se trasladó a esta tierra, convirtiéndola en un campo de batalla permanente, hasta que Cristo destruya totalmente el pecado.

Durante esta batalla, dos seres se disputan nuestra adoración y lealtad. Uno de estos seres desea nuestra adoración legítimamente. Él es el Dios creador del universo, dueño de todas las cosas, por lo tanto, digno de adoración.

En el otro extremo, de manera ilegítima, se disputa nuestra lealtad y adoración el enemigo de Dios, “el gran dragón, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás” (Apocalipsis 12:9). No tenemos deber alguno hacia él, pero como se autoproclamó como “príncipe de este mundo” quiere tenernos de su lado, por la buena o por la mala.

En este seminario presentaremos la Mayordomía Cristiana desde la perspectiva de la adoración. Todos, querámoslo o no, somos mayordomos. Unos serán recompensados porque fueron fieles mayordomos, mientras que otros serán rechazados por haber sido infieles.

Dicho de otra manera, unos adoran sólo a Dios, otros le rinden su adoración sólo a Satanás, y otros más, al negar su adoración sólo a Dios, adoraron a Satanás sin percatarse.

Es mi deseo que juntos nos gocemos al estudiar este tema en la Palabra de Dios, la Santa Biblia.

Adoración Sólo a Dios

Daniel 3

El Rey Nabucodonosor, de Babilonia, tuvo un sueño que olvidó al despertar. Pidió a sus sabios y adivinos que le dijeran cuál había sido su sueño y su interpretación, pero no halló quien le respondiera.

Enojado el rey ordenó la muerte de todos los sabios del reino. En el proceso de cumplir la orden de ejecución, Daniel y sus amigos se enteraron de la situación y pidieron al rey tiempo para responder.

Oraron a Dios pidiendo que les revelara el misterio y así lo hizo Dios. El rey había soñado con una imagen grande hecha con diversos metales: oro, plata, bronce, hierro y los pies eran hechos con una mezcla de hierro y barro cocido.

La interpretación revelada por Dios fue que la cabeza de oro representaba a Nabucodonosor y a Babilonia. ¡Al rey le encantó la idea! Pero quedó insatisfecho cuando Daniel le dijo que su reino tendría fin, pues le seguiría otro reino menor al suyo –representado por la plata–, y luego un tercero y cuarto reinos –bronce, hierro–. El cuarto reino se dividiría –pies en parte de hierro y en parte de barro– y finalmente el Dios del cielo establecería su reino eterno –piedra–, destruyendo y desapareciendo todo vestigio de los reinos terrenales.

La historia registrada en Daniel capítulo 3 cuenta cómo pasado un tiempo, Nabucodonosor decidió desafiar al futuro revelado. Mandó construir una estatua de oro en la llanura de Dura. Para la inauguración, ordenó a todos los “sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, jueces, magistrados y demás oficiales de las provincias, que asistieran a la dedicación de la estatua que había mandado erigir” (v.2).

La orden que se dio para dicho evento fue “Tan pronto como escuchen la música de trompetas, flautas, cítaras, liras, arpas, zampoñas y otros instrumentos musicales, deberán inclinarse y adorar la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha mandado erigir. Todo el que no se incline ante ella ni la adore será arrojado de inmediato a un horno en llamas.

“Ante tal amenaza, tan pronto como se escuchó la música de todos esos instrumentos musicales, todos los pueblos y naciones, y gente de toda lengua, se inclinaron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había mandado erigir” (v.5-7).

En realidad no fueron todos. Porque en medio de ese mar de cuerpos postrados en tierra adorando a la estatua sobresalían tres jóvenes que no se inclinaron, ni la adoraron. Eran los tres amigos de Daniel. Al rey le llegó rápidamente la noticia. Pero el rey estaba de buenas ese día y decidió darles otra oportunidad.

“Nabucodonosor les dijo: —Ustedes tres, ¿es verdad que no honran a mis dioses ni adoran a la estatua de oro que he mandado erigir? Ahora que escuchen la música de los instrumentos musicales, más les vale que se inclinen ante la estatua que he mandado hacer, y que la adoren. De lo contrario, serán lanzados de inmediato a un horno en llamas, ¡y no habrá dios capaz de librarlos de mis manos!” (v.14-15).

Ananías, Misael y Azarías, a quienes apodaban Sadrac, Mesac y Abednego, respectivamente, rechazaron la segunda oportunidad. “El Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. Pero aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua” (v.17-18).

Estos tres jóvenes conocían a su Dios. Sabían que es todopoderoso. Estaban seguros de que tiene la capacidad para librar y proteger de todos los peligros. Estaban conscientes de que “librarlos del horno” no era la única opción para su Dios, así que confiaban en la sabiduría de su Dios. También estaban seguros de su decisión de adorar sólo a su Dios.

¿Es el Dios de estos jóvenes tu Dios? ¿Lo conoces? ¿Sabes qué cosas es capaz de hacer? ¿Confías en él, como para poner tu vida en sus manos y dejar que él sea quien decide si te libra o no de alguna situación riesgosa? ¿Estás Seguro de que sólo a él estás dispuesto a adorar?

“Ante la respuesta de Sadrac, Mesac y Abednego, Nabucodonosor se puso muy furioso y cambió su actitud hacia ellos. Mandó entonces que se calentara el horno siete veces más de lo normal, y que algunos de los soldados más fuertes de su ejército ataran a los tres jóvenes y los arrojaran al horno en llamas. Fue así como los arrojaron al horno con sus mantos, sandalias, turbantes y todo, es decir, tal y como estaban vestidos. Tan inmediata fue la orden del rey, y tan caliente estaba el horno, que las llamas alcanzaron y mataron a los soldados que arrojaron a Sadrac, Mesac y Abednego, los cuales, atados de pies y manos, cayeron dentro del horno en llamas” (v.19-23).

Nabucodonosor observaba la escena en el horno… empezó a contar… uno, dos, tres, cuatro? “—¿Acaso no eran tres los hombres que atamos y arrojamos al fuego? —Así es, Su Majestad —le respondieron. —¡Pues miren! —exclamó—. Allí en el fuego veo a cuatro hombres, sin ataduras y sin daño alguno, ¡y el cuarto tiene la apariencia de un dios!” (v.24-25).

“Dicho esto, Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno en llamas y gritó: —Sadrac, Mesac y Abednego, siervos del Dios Altísimo, ¡salgan de allí, y vengan acá! Cuando los tres jóvenes salieron del horno, los sátrapas, prefectos, gobernadores y consejeros reales se arremolinaron en torno a ellos y vieron que el fuego no les había causado ningún daño, y que ni uno solo de sus cabellos se había chamuscado; es más, su ropa no estaba quemada ¡y ni siquiera olía a humo!” (v.26-27).

“Entonces exclamó Nabucodonosor: ¡Alabado sea el Dios de estos jóvenes, que envió a su ángel y los salvó! Ellos confiaron en él y, desafiando la orden real, optaron por la muerte antes que honrar o adorar a otro dios que no fuera el suyo” (v.28).

¡Qué hermoso testimonio el de estos jóvenes! ¡Qué gran demostración de poder hizo su Dios! ¿Conserva todavía Dios su poder? Algunos se preguntan ¿por qué no se ven milagros como aquellos hoy día?

Hay un canto que le escuché a Marcos Vidal, se titula “Buscadme y viviréis”. Es un diálogo al estilo del que hallamos en el libro de Job, cuestionando a Dios…

¿Dónde queda la justicia y la vergüenza?
¿Dónde quedan el castigo y la razón?
¿Por qué callas Tú, Señor, y nos olvidas?
¿Cómo puedes permitir tanto dolor?

Dime ¿dónde está aquel Dios, el Dios de Elías
que de vez en cuando se dejaba oír?
¿Cuánto tiempo tardará aun Tu espíritu en venir...?

Y en el mismo estilo, Dios responde:

¿Dónde están aquellos hombres como Elías,
que dejaron todo por seguirme a Mí,
que rompieron compromisos con el mundo
solo por agradarme a Mí?

¿Dónde están aquellos tres que en Babilonia
prefirieron ser quemados a ceder?
¿Dónde está aquel Daniel que me adoraba?
¿Dónde está la santidad de aquel José?

¿Dónde está ese niño que mató al gigante?
¿Dónde están los sucesores de Josué?
¿Dónde están esas mujeres entregadas como Ester?

Si quieres ser testigo en primera fila del poder de Dios, es necesario que te decidas a adorar sólo a Dios.

La historia termina diciendo: “Después de eso el rey promovió a Sadrac, Mesac y Abednego a un alto puesto en la provincia de Babilonia” (v.30).


Daniel 6
La noche cuando Babilonia fue conquistada por los medo-persas, el Rey y el resto de los gobernantes del reino estaban borrachos en un salón de fiestas.

El único sobrio en ese lugar era Daniel, quien minutos antes había interpretado la escritura en la pared y, como recompensa, había sido nombrado el tercer gobernante del reino.

“Para el control eficaz de su reino, Darío consideró prudente nombrar a ciento veinte sátrapas y tres administradores, uno de los cuales era Daniel. Estos sátrapas eran responsables ante los administradores, a fin de que los intereses del rey no se vieran afectados. Y tanto se distinguió Daniel por sus extraordinarias cualidades administrativas, que el rey pensó en ponerlo al frente de todo el reino” (Daniel 6:1-3).

No faltaron los envidiosos que se preguntaran por qué este esclavo extranjero tenía un mejor puesto que ellos. No entendían que adorar sólo a Dios da sabiduría superior y que Dios honra a los que lo sirven (ver S. Juan 12:26).

“Formaron entonces los administradores y sátrapas una comisión para ir a hablar con el rey, y estando en su presencia le dijeron: —¡Que viva para siempre Su Majestad, el rey Darío! Nosotros los administradores reales, junto con los prefectos, sátrapas, consejeros y gobernadores, convenimos en que Su Majestad debiera emitir y confirmar un decreto que exija que, durante los próximos treinta días, sea arrojado al foso de los leones todo el que adore a cualquier dios u hombre que no sea Su Majestad. Expida usted ahora ese decreto, y póngalo por escrito. Así, conforme a la ley de los medos y los persas, no podrá ser revocado” (v.6-8).

El rey Darío se sintió tan halagado con la propuesta que decidió expedir el decreto, sin darse cuenta de la consecuencia que tendría sobre su amigo y fiel colaborador, Daniel.

“Cuando Daniel se enteró de la publicación del decreto, se fue a su casa y subió a su dormitorio, cuyas ventanas se abrían en dirección a Jerusalén. Allí se arrodilló y se puso a orar y alabar a Dios, pues tenía por costumbre orar tres veces al día” (v.10)

Daniel pudo ser discreto y orar en su recámara, a puerta cerrada. Pero toda su vida había adorado a su Dios en público, ¿por qué habría de ocultarlo ahora? Si se escondía, estaría protegiendo su vida, pero ¿acaso podía protegerse a sí mismo mejor de lo que Dios podía cuidar de él?

El chisme llegó rápidamente a oídos del rey. “¿No es verdad que Su Majestad publicó un decreto? Según entendemos, todo el que en los próximos treinta días adore a otro dios u hombre que no sea Su Majestad, será arrojado al foso de los leones. —El decreto sigue en pie —contestó el rey—. Según la ley de los medos y los persas, no puede ser derogado. —¡Pues Daniel —respondieron ellos—, que es uno de los exiliados de Judá, no toma en cuenta a Su Majestad ni al decreto que ha promulgado! ¡Todavía sigue orando a su Dios tres veces al día!” (v.12-13).

Finalmente el rey se dio cuenta de su error. “Se deprimió mucho y se propuso salvar a Daniel, así que durante todo el día buscó la forma de salvarlo. Pero aquellos hombres fueron a ver al rey y lo presionaron: —No olvide Su Majestad que, según la ley de los medos y los persas, ningún decreto ni edicto emitido por el rey puede ser derogado” (v.14,15).

Los enemigos de Daniel ahora estaban felices. Realmente no les importaba el ánimo del rey. Ellos se gozaban en la idea de destruir a Daniel. Me impactan las palabras del Rey pagano a Daniel animándolo a confiar en su Dios. ¿Cómo sabía Darío del poder de Dios, sino por el testimonio de Daniel?

“El rey dio entonces la orden, y Daniel fue arrojado al foso de los leones. Allí el rey animaba a Daniel: —¡Que tu Dios, a quien siempre sirves, se digne salvarte! … Luego volvió a su palacio y pasó la noche sin comer y sin divertirse, y hasta el sueño se le fue. Tan pronto como amaneció, se levantó y fue al foso de los leones. Ya cerca, lleno de ansiedad gritó: —Daniel, siervo del Dios viviente, ¿pudo tu Dios, a quien siempre sirves, salvarte de los leones?” (v.16, 18-20).

El rey sabía acerca del poder de Dios, pero no lo había conocido, no lo había adorado. Así que expresaba el conocimiento, pero sin la seguridad. Por eso no pudo dormir en toda la noche, por eso hablo a Daniel con ansiedad por la mañana.

Así puede sucedernos a nosotros cuando hemos oído acerca del poder de Dios. Quizás lo hemos leído, pero no lo hemos conocido personalmente. Es indispensable la experiencia, no basta con el conocimiento.

“Mi Dios envió a su ángel y les cerró la boca a los leones. No me han hecho ningún daño, porque Dios bien sabe que soy inocente. ¡Tampoco he cometido nada malo contra Su Majestad! Sin ocultar su alegría, el rey ordenó que sacaran del foso a Daniel. Cuando lo sacaron, no se le halló un solo rasguño, pues Daniel confiaba en su Dios.” (v.22,23)

Nótese la alegría del rey. Ahora no sólo conocía por palabra de otro, sino había visto de cerca el poder del Dios de Daniel. ¡Cuán grande es la influencia del testimonio de un hijo de Dios!

¿Por qué razón decidió Daniel no obedecer el edicto del Rey? Por una sencilla razón. Porque Dios así lo mandó: “No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores…” (Éxodo 20:4,5). Daniel estaba dispuesto a adorar sólo a Dios.

Cuando Jesús estuvo en el desierto se encontró con Satanás. Éste trató a toda costa de hacerlo caer en sus tentaciones, pero no lo consiguió, así que dejó los rodeos y fue directamente al punto. “—Todo esto te daré si te postras y me adoras. —¡Vete, Satanás! —le dijo Jesús—. Porque escrito está: ‘Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él.’” Dios señala lo que nos conviene: “Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él,” pero a nosotros nos toca decidir a quién adoraremos.

Adoración

¿Qué es adorar? El diccionario de la Lengua Española (22 ed) define adorar de la siguiente manera: “Reverenciar con sumo honor o respeto a un ser, considerándolo como cosa divina.” De allí la importancia de adorar sólo a Dios. De otro modo, consideramos como divino(a) aquello que adoramos.

El Diccionario Bíblico Adventista define Adoración así: “Actitud de humildad, reverencia, honor, devoción y adoración que señalan adecuadamente las relaciones entre los seres creados y su Creador.”

Para definir esta relación, estudiemos lo que la Biblia dice al respecto: “Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). “Así quedaron terminados los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos. Al llegar el séptimo día, Dios descansó porque había terminado la obra que había emprendido. Dios bendijo el séptimo día, y lo santificó, porque en ese día descansó de toda su obra creadora. Ésta es la historia de la creación de los cielos y la tierra. Cuando Dios el Señor hizo la tierra y los cielos” (Gén 2:1-4).

“Y dijo: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo.» Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo con estas palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo.»” (Génesis 1:26-28).

Dios, el creador de todas las cosas que existen, le dio dominio al hombre sobre su creación. De modo que Dios es el propietario y nosotros somos sus administradores.

Mayordomo

La palabra mayordomo es definida en el Diccionario Bíblico Adventista como “Hombre empleado para administrar una propiedad o negocios de otra persona y responsable por ellos.” Con esta definición se confirma la relación que hemos concluido de los textos bíblicos.


Todavía no hemos terminado. Apenas vamos comenzando. Agradezco que dejes tus comentarios a continuación y estés al pendiente de la próxima entrega. En la columna derecha podrás escribir tu e-mail para recibir las actualizaciones a este blog.

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